Los hábitos alimentarios de la infancia se caracterizan por el abuso en el consumo de chucherías o “chuches”, expresión coloquial con la que aludimos a un conjunto de productos dulces y salados, de formas y sabores diversos, de escaso o nulo interés nutricional y que se toman a cualquier hora del día.
Se emplean diversos grupos de alimentos con distintas características nutricionales, tales como:
Golosinas y dulces (caramelos, gominolas, chicles,...): en su composición predominan los azúcares y las grasas, además de los aditivos.
Chocolates: cacao y azúcar, además de leche, manteca y grasas. Cuando a estas barritas de chocolate y galleta se asocian frutos secos y caramelo su contenido calórico se dispara.
Aperitivos (patatas fritas, cortezas, frutos secos,...): grasas y aceites con elevado valor calórico y exceso de sal.
Batidos: leche y aditivos, gran contenido en azúcares, en el mejor de los casos.
Zumos: pocas calorías, bastante azúcar y mucha vitamina C... pero siempre es mejor la fruta entera (fibra) y más complejos vitamínicos.
Bollos y galletas: hidratos de carbono y grasas (la mayoría de coco o de animales, que son grasas saturadas, es decir las que empeoran el colesterol sanguíneo).
Los tres primeros grupos son los que más se ajustan al concepto de “chuches”, siendo los más empleados por los niños españoles (en esto también influyen las costumbres)
Son pues “alimentos vacíos”, con gran aporte calórico pero con escaso valor nutritivo. Valgan como ejemplos que una bolsa de patatas fritas pequeña de 44 g tiene 250 calorías, una barrita de chocolate con galleta de 21 g tiene 110 cal., 100 g de gominolas tienen 360 cal. , ó 100 g de cacahuetes pelados más de 600 calorías.
Su abuso puede tener consecuencias no deseables, favoreciendo:
Inapetencia: tomar sin ningún control este tipo de productos, provoca falta de apetito cuando llega el momento de la comida convencional. Sus calorías sacian y quitan las ganas de comer.
Caries: son en su mayoría azúcares refinados que favorecen el desarrollo de los microorganismos que atacan la placa dentaria. No es posible mantener la necesaria higiene dental cuando se están consumiendo estos productos en cualquier momento del día.
Obesidad: las chucherías son productos hipercalóricos. Si la cantidad de azúcares ingerida sobrepasa los límites de almacenamiento, el exceso de glucosa en sangre se transforma en grasa en el tejido adiposo. Producirá un aumento de peso, problemas de huesos, posible diabetes, etc.
CÓMO Y CUANDO TOMARLAS:
Se deben pactar un número de golosinas máximo a la semana. No es conveniente que todos los días se tomen: debe haber “días sin chuches” (la mayoría) y “días con chuches” dentro de la semana, para que el niño comprenda que son excepciones justificadas (un cumpleaños, fin de semana, etc.)
Procure diversificarlas (no todas las “chuches” son nutricionalmente iguales) y distribuirlas para evitar sobrecargas puntuales de azúcares. Si puede elegir, mejor las que pesan menos: con el mismo volumen o cantidad (es lo que percibe el niño) ingerirá menos calorías.
Evite el “picoteo continuo”: puede tomarlas “como postre” de una de las comidas.
Y siempre después un buen cepillado dental.
Y RECUERDE: NINGÚN NIÑO MENOR DE 4 AÑOS DEBE TOMAR FRUTOS SECOS (Peligro de atragantamiento)
Un español consume hoy, como media, dos kilos de gominolas cada año, indica un estudio de la Unión de Consumidores de España (UCE). Esa cifra, de la que se deduce que quien consume toma mucho más que dos kilos, se traduce en una producción anual de 105.000 toneladas de chucherías.
Un experto en Salud Pública comenta que «el 30% de los niños sufren sobrepeso y cada alimento hipercalórico, como los bollos, tiene entre 400 y 500 calorías. El niño con sobrepeso es probable que pueda llegar a ser obeso, y esto, puede conducir en años posteriores a una Diabetes, Hipertensión Arterial, etc.
A la ingesta de estas bombas calóricas hay que añadir que los alumnos de los colegios sólo practican de media dos horas de deporte a la semana dentro de las asignaturas obligatorias que deben cursar.
Por todo ello consideramos que se debe valorar en su justa medida este asunto y plantearse, como madres y padres, si debemos permitir que nuestros hijos coman en el Colegio este tipo de chucherías todos los días, como observamos que ocurre con un buen número de alumnos/as.
El objetivo de esta carta es pararnos a pensar por unos momentos en este asunto y que pueda comentarse con nuestro esposo/a y nuestros hijos para tomar una decisión responsable que redunde en el beneficio y salud de nuestras familias.
Gracias por su atención.
En Benalup Casas Viejas, a 14 de abril de 2009
Manuel Enrique Solla Medina, Médico del Equipo de Orientación Educativa
Se emplean diversos grupos de alimentos con distintas características nutricionales, tales como:
Golosinas y dulces (caramelos, gominolas, chicles,...): en su composición predominan los azúcares y las grasas, además de los aditivos.
Chocolates: cacao y azúcar, además de leche, manteca y grasas. Cuando a estas barritas de chocolate y galleta se asocian frutos secos y caramelo su contenido calórico se dispara.
Aperitivos (patatas fritas, cortezas, frutos secos,...): grasas y aceites con elevado valor calórico y exceso de sal.
Batidos: leche y aditivos, gran contenido en azúcares, en el mejor de los casos.
Zumos: pocas calorías, bastante azúcar y mucha vitamina C... pero siempre es mejor la fruta entera (fibra) y más complejos vitamínicos.
Bollos y galletas: hidratos de carbono y grasas (la mayoría de coco o de animales, que son grasas saturadas, es decir las que empeoran el colesterol sanguíneo).
Los tres primeros grupos son los que más se ajustan al concepto de “chuches”, siendo los más empleados por los niños españoles (en esto también influyen las costumbres)
Son pues “alimentos vacíos”, con gran aporte calórico pero con escaso valor nutritivo. Valgan como ejemplos que una bolsa de patatas fritas pequeña de 44 g tiene 250 calorías, una barrita de chocolate con galleta de 21 g tiene 110 cal., 100 g de gominolas tienen 360 cal. , ó 100 g de cacahuetes pelados más de 600 calorías.
Su abuso puede tener consecuencias no deseables, favoreciendo:
Inapetencia: tomar sin ningún control este tipo de productos, provoca falta de apetito cuando llega el momento de la comida convencional. Sus calorías sacian y quitan las ganas de comer.
Caries: son en su mayoría azúcares refinados que favorecen el desarrollo de los microorganismos que atacan la placa dentaria. No es posible mantener la necesaria higiene dental cuando se están consumiendo estos productos en cualquier momento del día.
Obesidad: las chucherías son productos hipercalóricos. Si la cantidad de azúcares ingerida sobrepasa los límites de almacenamiento, el exceso de glucosa en sangre se transforma en grasa en el tejido adiposo. Producirá un aumento de peso, problemas de huesos, posible diabetes, etc.
CÓMO Y CUANDO TOMARLAS:
Se deben pactar un número de golosinas máximo a la semana. No es conveniente que todos los días se tomen: debe haber “días sin chuches” (la mayoría) y “días con chuches” dentro de la semana, para que el niño comprenda que son excepciones justificadas (un cumpleaños, fin de semana, etc.)
Procure diversificarlas (no todas las “chuches” son nutricionalmente iguales) y distribuirlas para evitar sobrecargas puntuales de azúcares. Si puede elegir, mejor las que pesan menos: con el mismo volumen o cantidad (es lo que percibe el niño) ingerirá menos calorías.
Evite el “picoteo continuo”: puede tomarlas “como postre” de una de las comidas.
Y siempre después un buen cepillado dental.
Y RECUERDE: NINGÚN NIÑO MENOR DE 4 AÑOS DEBE TOMAR FRUTOS SECOS (Peligro de atragantamiento)
Un español consume hoy, como media, dos kilos de gominolas cada año, indica un estudio de la Unión de Consumidores de España (UCE). Esa cifra, de la que se deduce que quien consume toma mucho más que dos kilos, se traduce en una producción anual de 105.000 toneladas de chucherías.
Un experto en Salud Pública comenta que «el 30% de los niños sufren sobrepeso y cada alimento hipercalórico, como los bollos, tiene entre 400 y 500 calorías. El niño con sobrepeso es probable que pueda llegar a ser obeso, y esto, puede conducir en años posteriores a una Diabetes, Hipertensión Arterial, etc.
A la ingesta de estas bombas calóricas hay que añadir que los alumnos de los colegios sólo practican de media dos horas de deporte a la semana dentro de las asignaturas obligatorias que deben cursar.
Por todo ello consideramos que se debe valorar en su justa medida este asunto y plantearse, como madres y padres, si debemos permitir que nuestros hijos coman en el Colegio este tipo de chucherías todos los días, como observamos que ocurre con un buen número de alumnos/as.
El objetivo de esta carta es pararnos a pensar por unos momentos en este asunto y que pueda comentarse con nuestro esposo/a y nuestros hijos para tomar una decisión responsable que redunde en el beneficio y salud de nuestras familias.
Gracias por su atención.
En Benalup Casas Viejas, a 14 de abril de 2009
Manuel Enrique Solla Medina, Médico del Equipo de Orientación Educativa
No hay comentarios:
Publicar un comentario